Se dice que su naturaleza verdadera, es la de una especie de vampiro feroz con un gran apetito de carne y sangre humana, capaz de atacar y devorar la carne o chupar la sangre de sus víctimas. Son comunes en el folclor de Colombia, son similar a la Sayona de Venezuela, la Tunda de la zona colombiana del Océano Pacífico, y la Madre monte de Colombia. A menudo se las representa como protectoras de la naturaleza y de los animales del bosque y no perdonan a los seres humanos que osan penetrar en sus dominios para alterarlos o destruirlos.
En Colombia, se dice que tiene que ver con una traición amorosa pues cuentan que una bella mujer estaba casada con un campesino muy trabajador que se la pasaba vendiendo las cosechas de su patrón. Aprovechando las ausencias del campesino, el patrón le coqueteaba a la bella mujer y ella no le era indiferente a sus piropos y regalos; los vecinos se dieron cuenta, y un buen día le contaron todo al marido. A la mañana siguiente el campesino decidió hacer como si saliera a vender la cosecha fuera del pueblo pero espero escondido cerca de la casa. Al anochecer entró súbitamente y encontró a los amantes abrazados en la cama. Lleno de ira, el campesino desenvainó su machete, se arrojó sobre ellos y le cortó la cabeza al patrón. La mujer, entre sorprendida y horrorizada, quiso salir huyendo pero el enfurecido marido, de un sólo machetazo le cortó una de sus piernas ocasionándole la muerte. Las personas aseguran haberla visto saltando en una sola pata, por sierras, cañadas y caminos, destilando sangre y lanzando gritos lastimeros.
Su aspecto es el de una mujer con cabellera enmarañada, grandes ojos de tigresa, boca grande, colmillos enormes, allí en las selvas de los montes, estrellándose aquí y allá con los matorrales, deambula la patasola. Enemiga de los hombres, acosada por una culpa antigua, poseída del horror de su propia apariencia, jamás se detiene en su vértigo de odio y espanto. Allí va con los ojos tortuosos y lejanos y el cabello enredado de lianas, dando saltos con la pata de oso que desaparece de la espesura compañera de los tigres y las arañas, trasnochada por la pena de un amor desorbitado, la Patasola odia el agua, los cielos azules y la salida del sol. Su reino pertenece a los crepúsculos y a las noches tenebrosas de los montes, aunque algunas veces, cuando olvida el dolor, canta o espera la aparición de la luna sobre el copo de los árboles; Deidad vampiresa, genio maléfico de los montes, la Patasola tiene el poder de la metamorfosis: cambia de mujer horrible, de dientes felinos y ojos abultados a muchacha bella, insinuante como un espejismo entre los árboles, así atrae a los hombres y a los caminantes desprevenidos. Así los devora totalmente en lo profundo de la selva.
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